La aspiradora de esta casa está cansada. Chilla. Porque así es el ruido que hace. Chilla y es horrible. Como un animal atrapado, esclavizado, pidiendo basta, ya no más. Si 10 años no son suficientes ¿cuántos serán? ¿Cuánto puede aspirar una sola aspiradora? Y es fea, roja pero fea. De algún modelo barato, parida por máquinas básicas.
Al artefacto avanza jalado por la manguera que succiona polvo, bichos, pedacitos de pan, cenizas, telarañas y polillas. Tiene unas ruedas traseras y vista de lejos es como si se arrastrara a un oso perezoso de una trompa frankesteinmente adquirida, por imposición crecida. Lenta y casi trágicamente.
Estuvo hace poco en mi cuarto alfombrado cumpliendo la tarea que la esclaviza y sí, está todo limpio, pero hay como un halo de tristeza, átomos de apatía, pequeñas partículas de resignación.
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