Quiero saber qué fue lo que soñaste esa noche de terremoto violento. Yo estaba en algún país lejano, lleno de verano seco, eterno, llevaba un sombrero grande con un pañuelo amarrado alrededor, celeste, unos grandes lentes de sol, los labios pintados de morado y las manos muy limpias. Quiero decir que iba sobre un camello pero no sería cierto, iba en un auto antiguo pero confiable, manejaba un hombre de piel oscura, grande y guapo, de ojos verdes y de cejas marcadas muy serias. Yo sonría durante el largo trayecto, el hombre que manejaba se mantenía siempre atento a pesar de no haber tráfico alguno en el desierto. De algún lugar una música muy baja y las manos del hombre, recién las noté, lucían cuidadas, casi delicadas. Me suele suceder que me doy cuenta de que sueño, y justo cuando estoy dispuesta a sacarle provecho a la ocasión me entra una pequeña duda, un ligero cuestionamiento de la realidad. Y entonces me contengo y no hago nada. Al despertarme cargo una sensación de fracaso surrealista. Pero espera, todavía no me dijiste qué soñabas tú.
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