Sentado en la nieve Felipe estiró su brazo y tomó la zapatilla rosada. La miró de frente, le dio vuelta, metió el dedo índice. Lo llevó hasta la punta y empujó. Añadió el anular y empujó con más fuerza. Sacó los dedos, metió el pie derecho, que cada vez se hinchaba más, cuando su dedo gordo tocó la punta el talón seguía afuera. Sintió frío. El sudor en la espalda lo enfriaba más todavía.
Miró hacia arriba, no podría haber terminado de contar las estrellas. Ya se había apagado el fuego que salía del auto volteado que estaba quieto unos metros atrás. Empezó a tiritar. Intentó pararse pero el dolor era muy fuerte. Miró hacia la izquierda, el cuerpo frío de Luisa, descalzo, esparcido sobre la nieve parecía invitarlo a acompañarla.
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