martes, 5 de junio de 2007

la cena

Sin prisa, María termina su postre sentada en el sillón de la sala. En la mesita del comedor reposa todavía la comida que preparó para su madre y su nuevo novio, quienes hace una hora le dijeron que demorarían un momento.

Deja el plato en la mesita de centro y observa el comedor, los cuadros nuevos que cuelgan de sus paredes, sus zapatos tirados alegremente en la alfombra, su cartera regada en el sofá, y de pronto la noción de estar sola en su propia casa la relaja. Coge un cigarro de la cajetilla que acaba de caer al suelo y lo enciende para celebrar su pequeño momento de satisfacción.

Al expirar la primera gran bocanada de humo suena el celular. En su pantalla aparece número privado. Antes habría tenido la certeza de que era su padre, quien desde que se separó de su madre, la llama casi todos los días para conversar, visitarla o salir a almorzar. Antes ella habría contestado con un “hola pa”, pero ahora, número privado también aparece cuando la llama su madre desde el celular de Efraín, lo que la obliga a contestar con un tono completamente neutral, para que ninguno de los dos se sienta ofendido si es que ella esperaba que contestara el otro.

- ¿Aló? - dice, y aguanta el tono de reproche en caso de que sea su madre y sonríe un poco en caso de que sea su padre.

- Hija - dice Pablo.

- Hola pa, ¿qué haces? - sonríe.

- Estoy cerca de tu casa - dice él.

Y se hace un silencio repentino porque él ha usado ese tono que tiene desde hace un tiempo, en el que expone su soledad y aburrimiento ligeramente para ser invitado por ella a tomar un café a su casa sin que él tenga que pedirlo.

-Ah… yo estoy esperando a mi mamá. – le responde.

Desde que ella salió de la casa de sus padres hace dos años, notó con más claridad el hartazgo de ambos y el esfuerzo que hacían por mantener la cordialidad y las buenas maneras entre ellos. Y si alguna vez pensó que estarían mejor separados, jamás hubiera imaginado que aquello podría hacerse realidad. Pero ya han pasado cinco meses desde que eso sucedió y María asumió el hecho con calma. Ahora, la idea de que su padre se entere de que Natalia, su todavía esposa, está saliendo con Efraín la perturba. No quiere estar presente cuando se entere, menos aún cuando los vea juntos y de ninguna manera si ambas cosas suceden en el mismo momento.

- Hace días que no veo a tu mamá – responde él.

Respuesta equivocada, piensa ella.

- Bueno, llámala luego a ver si se ven otro día. – intenta.

- No, creo que mejor la busco en tu casa, sólo quiero saludarla.

- Papá en serio creo que mejor otro día. - le dice apresuradamente.

- Ya estoy en tu puerta, ábreme. – responde Pablo.

Ella mira por la ventana y ahí está su auto, y ahí baja él, caminando graciosamente como si acabara de cometer la mejor travesura.. Ya la vio. Le abre la puerta y entra.

-¿Quién más va venir? - Pregunta él, con cierta alegría.

Y ella recién lo nota. Hay tres espacios puestos en la mesa. Se miran.

- Te sirvo, seguro que todavía no has comido.

Ella lo acomoda en el sitio de Efraín.

Mientras calienta la comida para su padre piensa en maneras de evitar ahora la visita de su madre y Efraín. Sabe que la tarea es difícil, pues ésta es la noche en la que ella lo vería por primera vez. Prácticamente nada podría detener esta visita. Excepto decir que está él ahí.

- Pero ¿por qué haría eso? ¿No merece acaso saber? – piensa María. Y lo mira desde la cocina mientras sirve su plato como lo hacía cuando vivían los tres juntos y luego ella se sentaba a comer con él y conversaban, y llegaba su madre y él sacaba un vino, y todos reían y eran una pequeña familia de tres. Ahora, hay tres familias de uno.

-¿Por qué no hoy?.

Pablo en cambio, no lo ve hace treinta años. Pero todavía recuerda con disgusto aquellos días, cuando Efraín y Natalia eran novios. Cuando los tres trabajaban en la misma oficina y él admiraba de lejos a Natalia. Fue una gran suerte para Pablo que Natalia y Efraín se hubieran separado, pues gracias a eso, Pablo y Natalia se conocieron, se hicieron novios y se casaron. Fue duro en cambio para Efraín, quien a pesar de sus esfuerzos por recuperarla nunca logró de ella siquiera un saludo. Su engaño había destruido la confianza de años y Natalia jamás lo perdonaría. Nunca aceptaría eso. Además, ahora amaba a Pablo.

Pero hace cinco meses que Pablo le dijo a Natalia que estaba aburrido, que no la amaba, que quería enamorarse de nuevo, que quería a alguien más joven, que se iba. Y fue hace un mes, que Natalia y Efraín se encontraron nuevamente. Y desde ese día él no ha parado de decirle cuán bella es, cuánto la extrañó, cuánto la ama todavía.

Suena el celular, María lo levanta, número privado.

- Hola ma.

- María linda, ya estamos llegando, Efraín tuvo un problema en la oficina, te lo cuento allá. Tenemos un vino así que saca tres copas.

María saca cuatro copas de la cocina, pero no las pone en la mesa. Se sienta al lado de su padre a acompañarlo mientras come.

- ¿Quién era?.

-Mi mamá. Dice que ya viene.

-Ah qué bueno. Creo que la extraño un poco, ¿sabes? Mira hija no sé si vayamos a volver pronto, pero creo que sí podemos arreglar algunas cosas.

-Qué bueno pa.

-Sí, estoy contento.

Suena el timbre. María abre sin ver quién es. Se queda parada al lado de la puerta a esperar que aparezcan Natalia y Efraín.

Voltea a ver a su padre y lo ve mirar la puerta con emoción. Sin dejar de mirarlo siente la llegada de su madre. Ve a su padre limpiarse la boca con la servilleta, enderezarse, acomodarse un poco el poco pelo. De pronto lo ve congelar la sonrisa. Endurecer los ojos, ajustar la boca, poner las manos sobre la mesa. Hacer amague de levantarse, pero permanecer sentado, bien agarrado de su sitio, inamovible. María voltea a ver a la pareja. Efraín está cogiendo de la cintura a su madre, ambos miran a Pablo. Antes de que el silencio helado inunde su casa, María saluda a los recién llegados y los invita a pasar.

Pablo se levanta, Natalia lo saluda con un beso incómodo en el cachete y se hace a un lado para que Efraín le ofrezca la mano a Pablo. Pablo recibe el saludo y ambos se miran a los ojos sin que alguno de ellos sepa cuándo retirar la mirada y soltarse las manos que cada vez se aprietan más. María interrumpe.

-Siéntense, por favor.

Efraín y Natalia se acomodan en los dos sitios restantes, María acomoda tres copas, nadie habla.
-Qué sorpresa Natalia, no esperaba verte así tan pronto. – dice Pablo.

-¿Así cómo?- pregunta Natalia.

-Tan mal acompañada- responde.

Efraín respira profundamente. Voltea a mirar a Natalia quien con un gesto le implora paciencia.

- Mal acompañada no estoy hace meses- responde Natalia con tranquilidad.

María desde la cocina contiene las lágrimas. No puede intervenir. Demora la comida, se esconde entre el horno caliente y el ruido de la sartén que salpica aceite hirviendo.

- Pablo, no sabíamos que estarías aquí. – dice Efraín.

- Yo tampoco sabía que estarías tú- responde Pablo.

- Bueno, tarde o temprano lo ibas a saber Pablo. O qué querías, que me quede pensando en ti toda la vida. – dice Natalia tratando de no levantar la voz.

Pablo se mete un gran bocado de carne a la boca y lo mastica furiosamente. Efraín se levanta de la mesa y va a la cocina a pedirle un descorchador a María.

Natalia y Pablo se miran en silencio, ninguno de los dos está seguro de su posición. Ninguno de los dos está seguro de querer al otro pero tampoco de no quererlo de vuelta. Sólo se miran, tratando de encontrar en el otro a la persona que perdieron hace cinco meses. Pero no se encuentran. Han cambiado, son otros con la cara de la persona más importante de sus vidas.

Pablo se levanta, se acerca a Natalia y le toma la cara con las manos. Cierra los ojos y le da un beso en la frente. Natalia cierra los ojos también, y siente en su rostro las manos tibias que tomó por treinta años.

María siente un portazo. Sale de la cocina y ve a su madre en la ventana, quieta.

- ¿Mamá?

Pero ella no voltea. Y María no insiste. Vuelve a la cocina y le pregunta a Efraín cosas que en verdad no le importan. Y él le responde con tanto entusiasmo que ella no se atreve a interrumpirlo para recordarle que hay que descorchar el vino. Lo hace ella, y sirve las copas en la mesa, y una cuarta en la cocina, y la deja llena por si vuelve su padre.

Y va a la mesa, y acompaña a cenar a su madre, que parece estar feliz con Efraín. Conversan, se ríen un poco, están comiendo los dos juntos y ella toma vino y los mira. La noche termina cordialmente, se despiden y prometen verse pronto, y salir, y conocerse y se van.

María recoge la mesa, lava los platos, guarda la comida restante, acomoda las sillas. Y se queda en su casa, con su familia de uno. Y de pronto la idea de formar ella misma su familia de a dos y luego de a tres no le parece tan descabellada. Pero igual deja un sitio para su padre, y un poco más lejos, al otro lado de la mesa, le hace otro a su madre, y se sienta al medio y les sugiere que conversen, que se disculpen, que regresen.



* * *

1 comentario:

Ceci dijo...

Hasta ahora este me pareció el mejor de todos, no sé si por alguna influencia de experiencias vividas, o soñadas...pero igual, es super tierno.
Noté que Maria tiene un poco más de distancia con su madre, será porque ella es la que tiene enamorado nuevo??, será porque la hija es más pegada al papá??
Que hubiera sido si el papá llevaba la novia nueva invirtiendo los papeles??
Simple curiosidad...