A veces lo extraño desde el fondo. Desde mi mismísima conexión con el cosmos. Desde mi tomacorrientes interno. Lo extraño completamente.
Lo extraño con pasión, sin ansiedad, con completa convicción y placer.
Me detengo un momento, cuando ocurre que lo extraño, y me dejo tomar por esto que es como la resaca de todo lo que pasó, de tanta vida junta. Son segundos, pocos, en que una marea empieza por mis pies, y sube tibia por mi cuerpo hasta llegar por debajo de mis ojos. Y ahí se queda. Sin mojar nada. Y desaparece.
El oculista me dijo que mis ojos andan faltos de lágrimas. Yo sé que esa es una condición destinada a cambiar, a desaparecer. Me rehúso a adjudicarle semejante estado a mi edad cronológica. No lo acepto.
Mi receta diría algo así como “busque usted algún tipo de confrontación con la realidad y emotive sus ojos”. Algo debe estar por suceder (lo deseo, lo espero, lo pido a lo que queda del año) algo bueno, que regrese mis ojos a la normalidad.
(Extraño llorar mientras lo extraño)
***
No tengas prisa, en verdad no tenemos que llegar a ninguna parte.
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